sábado, 22 de octubre de 2011

Por un Museo Valenciano del Juguete VIVO en la Fabrica Payá

POR UN MUSEO DEL JUGUETE VIVO.

Por Raimundo Payá Moltó
raimundopaya@telefonica.net


Hace unos días pasé por la Fábrica Payá y al ver que estaban de obras, me presenté al encargado de las mismas. Me estuvo comentando los trabajos que estaban llevando a cabo, remozando lo que fue el taller mecánico y parte de la última nave de los años sesenta. A estos espacios se va a trasladar el Museo Valenciano del Juguete desde la Casa Gran después de haber estado cerrado unos años.
Me alegré mucho de que estas obras se estuvieran realizando.
Al comentarlo con antiguos mecánicos de Payá me preguntaron cómo lo estaban haciendo. Les informé y coincidimos junto a coleccionistas y amantes de los juguetes en que el proyecto que se está desarrollando no va a concluir en un museo “vivo”. Me explico.
Vemos que se ha perdido la oportunidad de recuperar esos espacios para mostrar que fue allí donde se fabricaron los juguetes que van a exponerse. El museo, cuando esté montado, será una exposición de magníficas piezas pero nada más.
¿Qué quiero decir?. Quiero decir que cuando se visite este nuevo enclave del Museo no recordará en absoluto que allí era donde se realizaba la matricería una vez que la Oficina Técnica había diseñado el juguete y el correspondiente cartapacio lo mostraba despiezado y marcadas sus cotas, listo para que fuera perfecto.
Habría que centrarse en lo que este museo puede aportar, y ningún otro lo puede hacer, que no es otra cosa que combinar los juguetes con el modo de producción de los mismos. O sea, ver no solo las piezas sino también cómo se realizaban.
Digo que ningún otro museo de España o incluso de Europa puede ofrecer esta característica porque ya no existen las fábricas donde se realizaron los juguetes de principios del siglo pasado.
Todos los comentarios que me han llegado apuntan a que lo interesante de visitar el museo de Ibi es,no solamente ver piezas difíciles de encontrar en otros museos, sino también el entorno para apreciar los diferentes lugares en los que se desarrollaba el proceso de fabricación, o sea, la Oficina Técnica, el Taller mecánico, la Maquinaria y el Montaje. En definitiva mostrar qué se hacía en cada uno de estos lugares y cómo se hacían los juguetes. Sin olvidar las litografías de las cajas, los folletos y dibujos explicativos como los que se incluían en las cajas de construcciones y aviones, catálogos, fotografías de cómo fue la Fábrica en los años veinte y cualquier otro material explicativo.
Curioso y simpático sería exponer la Mesa de Control de Calidad de los trenes en la cual, el tío Llegum, pieza a pieza repasaba y engrasaba los trenes eléctricos. Esta sección, en la época, era una de las que más atraía la atención de todos los visitantes. Seguro que ahora, tantos años después, todavía la atraería más. Esas son las cosas que nos distinguen de los demás y que pueden aportar un indudable valor no solo al Museo sino también a nuestro pueblo.
La gente de Ibi se ha caracterizado por su creatividad. Cuando la crisis de 1929 fue sin embargo la edad de oro del juguete de hojalata en nuestro pueblo. Demostremos una vez mas nuestra creatividad ofreciendo al mundo un Museo único y original que sea un polo de atracción de un turismo de calidad.

1 comentario:

Héctor dijo...

Totalmente de acuerdo. Por lo que dices el museo no va a ser tal, sino que va a ser una colección.
Un auténtico MUSEO, explica los procesos para llegar al producto que se expone, y no me sirve poner 4 planchas de litografía en una vitrina al lado de una prensa vieja mal pintada. Es algo mucho más serio, complicado y comprometido. Hay que explicar le proceso con documentales, ver las matrices, líneas de comprobación, mesas de trabajo, oficinas, alamacenes, todo, a ser posible funcinal y con maquinaria operativa (aunque sea en determinadas horas y fechas concretas)
Y teniendo en cuenta el mítico e histórico emplazamiento sería una lástima que echaran por la borda la oportunidad última de tener un museo único e irrepetible en Europa, no un simple aparcamiento de piezas únicas en una nave fría y a la que le han arrancado todo su espíritu y esencia.